POR: MARIA CRISTINA GONZALEZ
En la era digital, los noticieros han evolucionado de simples transmisores de hechos a complejas agencias de entretenimiento.
Aunque su propósito original era informar objetivamente sobre eventos relevantes, hoy muchos operan bajo dinámicas similares a las del espectáculo: compiten por audiencia, dramatizan contenidos y priorizan lo viral sobre lo veraz.
Muchos noticieros en la actualidad compiten por atención en un entorno saturado de estímulos. Para lograrlo, han transformado la forma en que presentan las noticias dando un giro al entretenimiento. Narrativas emocionales las cuales se dramatizan con música, efectos visuales y lenguaje sensacionalista que apelan más al entretenimiento que a la razón. Los Presentadores parecen celebridades. Los conductores de noticias se convierten en figuras públicas con estilos definidos, opiniones marcadas y presencia en redes sociales.
En los contenidos se priorizan temas que generan polémica, miedo o morbo, mientras se relegan asuntos complejos como economía, ciencia o política internacional. Tienen formato de espectáculo, las transmisiones incluyen segmentos de humor, concursos, encuestas en vivo y debates que muchas veces se asemejan más a un talk show que a un espacio informativo.
La transformación de los noticieros en agencias de entretenimiento tiene implicaciones profundas como la desinformación al privilegiar lo llamativo sobre lo relevante, se corre el riesgo de distorsionar la realidad o simplificarla en exceso.
Desde mi punto de vista la polarización, la dramatización y el enfoque emocional pueden fomentar divisiones sociales y reforzar prejuicios cuando el público percibe que la información está manipulada para entretener, disminuye la confianza en los medios.
Una consecuencia mayor es la reducción del pensamiento crítico. El consumo pasivo de noticias como espectáculo podría limitar la capacidad de análisis y reflexión de los ciudadanos.
En conclusión, los noticieros en su afán por mantenerse relevantes, han adoptado dinámicas propias del entretenimiento. Aunque esto puede hacer la información más accesible, también plantea riesgos importantes para la calidad del debate público y la salud democrática. Como espectadores, es fundamental desarrollar una mirada crítica, buscar fuentes diversas y exigir a los medios un compromiso real con la verdad. Informar no debería ser un acto de entretenimiento, sino un servicio esencial para la sociedad.

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